Navidad no es el 25 de diciembre

¿Y si te dijeran que la Navidad no es el 25 de diciembre? ¿Qué pasaría si se afirmara que existe una Navidad para el hemisferio norte de la Tierra y otra para el hemisferio sur? ¿Y si la Navidad fuese algo más que una fecha? Seguro que a muchas personas estas preguntas no les pillan por sorpresa. Y la respuesta a todos estos interrogantes se encuentra no en el calendario, sino en el significado del calendario.
Qué es la Navidad
Por supuesto, para todas aquellas personas que celebren la Navidad, existe una fecha común en el calendario, tanto si se vive en el hemisferio norte como si se vive en el sur. Y esa fecha es el 25 de diciembre. Sin embargo, cuando alguien se pregunta por el significado de esta fiesta, es cuando se da cuenta de que hay al menos dos días para celebrar la Navidad, y puede que muchos más…
Tradicionalmente, se puede entender la Navidad como el “cumpleaños” de Cristo. Pero la Navidad, más que unas fiestas de celebración del aniversario del nacimiento de Cristo, son las fiestas de su manifestación como luz para el mundo.
Origen de la Navidad
Como suele ocurrir cuando escarbamos bajo las costumbres sociales, la Navidad encierra una carga cultural importante que se ha ido forjando con el paso de los siglos, y a la que podemos acceder al comprender los significados y los simbolismos de estas fiestas.
Pocos saben que la Navidad y la Epifanía (el día de los Reyes Magos) fueron originariamente una sola fiesta[i] con un objetivo común: la conmemoración del Dios que se hace niño, es decir, la encarnación de Dios. No obstante, en la Iglesia Católica de Oriente se celebraba el 6 de enero y en la de Occidente el 25 de diciembre. Y no es hasta finales del siglo IV y principios del V cuando se divide en dos fiestas con contenidos distintos.
Se han manejado diversas hipótesis para explicar el motivo que llevó a elegir el 25 de diciembre para la fiesta del nacimiento de Jesús. Las más razonables son las tres siguientes:
1. Navidad sería una réplica cristiana de la fiesta pagana del “Sol invicto”.
2. El 25 de diciembre habría de ser la fecha para celebrar el nacimiento de Jesús, dado que su concepción (según el cálculo de la fecha de su muerte) habría tenido lugar un 25 de marzo.
3. Navidad es la fiesta que nace como consecuencia de su definición como tal en el Concilio de Nicea (siglo IV).
Sea cual sea la razón, en la actualidad, las fiestas de Navidad comienzan con las primeras vísperas de la Natividad (Noche buena, el 24 de diciembre), y terminan el domingo siguiente al 6 de enero, día de la Epifanía (o fiesta de los Reyes Magos). Sin adentrarnos más en el significado de la fiesta de la Epifanía, podemos indicar brevemente que el término griego “epifanía” significaba autonotificación (autocomunicación, manifestación), entrada poderosa en la notoriedad. Y se refería a la llegada de un rey o emperador, aunque también podía indicar la aparición o intervención maravillosa de una divinidad.
La Navidad y sus orígenes culturales
Como decíamos, al escarbar en las raíces culturales de la Navidad, encontramos multitud de datos que nos ayudan a entender nuestras costumbres actuales. Y también arrojan información sobre los motivos que llevaron a elegir el 25 de diciembre para celebrar la Navidad.
La Navidad y el solsticio de invierno
El solsticio de invierno (del latín sol -“Sol”- y sistere -permanecer quieto- corresponde al instante en que la posición del Sol en el cielo se encuentra a la mayor distancia angular negativa del ecuador celeste. Dependiendo de la correspondencia con el calendario, el evento del solsticio de invierno tiene lugar entre el 21 y el 22 de diciembre todos los años, en el caso del hemisferio norte, y entre el 20 y el 21 de junio, en el caso del hemisferio sur.
El solsticio de invierno se corresponde con el día más corto y la noche más larga del año. Esto implica que, a partir de esa fecha, la luz comienza a ganarle terreno a la oscuridad.
Este fenómeno resulta muy importante para la agricultura. Y no es de extrañar que, en sociedades eminentemente agrícolas, dicho fenómeno se haya ligado a costumbres cargadas de simbolismos, como veremos más adelante. Y tampoco extraña que, si el cristianismo ha querido celebrar la victoria de la “Luz” sobre la “tiniebla”, haya situado su celebración en las fechas del solsticio de invierno. En la Navidad se celebra el nacimiento del “Sol de la justicia”, el nacimiento de la “Luz para el mundo”. A partir del 25 de diciembre (en el hemisferio norte), y a partir del 25 de junio (en el hemisferio sur), se hace notable el aumento de la luz del día sobre la oscuridad de la noche. Y durante meses, la luz invadirá nuestras jornadas hasta alcanzar la fecha en la que el día será el más largo del año y la noche la más corta (solsticio de verano).

La Navidad y las Saturnales
Las Saturnales (Saturnalia en latín) eran fiestas dedicadas al dios Saturno. Saturno era un dios de la agricultura y la cosecha de la mitología romana. Fue identificado en la Antigüedad con el titán griego Cronos, entremezclándose con frecuencia los mitos de ambos. Probablemente, las Saturnales fueran las fiestas de la finalización de los trabajos del campo, celebrada tras la conclusión de la siembra de invierno, cuando el ritmo de las estaciones dejaba a toda la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tiempo para descansar del esfuerzo cotidiano.
La Saturnalia fue la fiesta en la que los romanos conmemoraban la dedicación del templo de Saturno, que originalmente tuvo lugar el 17 de diciembre, y que se vio ampliada a toda una semana, hasta el 23 de diciembre. Constaba de varios ritos públicos y, además, de una serie de fiestas y costumbres celebradas en privado. Las celebraciones incluían unas vacaciones escolares, la realización y entrega de pequeños regalos y un mercado. Se permitía el juego para todos, incluso para los esclavos durante este período. La toga no se usaba o se utilizaba lo mínimo, y se vestían ropas de cena colorida e informal, y también el pileus (sombrero del liberto), que era usado por todos. Los esclavos estaban exentos de castigo y celebraban un banquete antes de la fiesta, siendo atendidos por sus dueños. Quizá esto última tenga que ver con que los romanos asociaban a Saturno, dios agrícola protector de sembrados y garante de cosechas, con el dios prehelénico Crono, cuya devoción se mantuvo viva durante la mítica edad de oro de la tierra, cuando los hombres vivían felices, sin separaciones sociales.
Como se puede constatar, las fiestas Saturnales no tienen una vinculación directa con la Navidad. Pero se pueden encontrar costumbres que, quizá por la proximidad de antaño en las fechas de las Saturnales y la Navidad, nos resuenen a las nuestras como tradiciones compartidas.
La Navidad y el festival del Sol invicto
El festival del Sol invicto o inconquistado (Sol Invictus) fue un culto religioso hacia una divinidad solar iniciado en el Imperio Romano tardío. El festival del nacimiento del Sol inconquistado (Dies Natalis Solis Invicti) indicaba que nacía un nuevo sol que vencía a la oscuridad y que a partir del final del solsticio de invierno (21 de diciembre) los días iban a hacerse más largos. Este festival se celebraba desde el 22 al 25 de diciembre.
La Iglesia católica, expresamente separó a Cristo de un dios Sol y denunció el error que supondría identificarlos. Por otro lado, dejando claro que Cristo no es un nuevo dios sol, el nacimiento de Cristo ha simbolizado siempre el nacimiento de la Luz que vence a la oscuridad e ilumina el camino; el nacimiento de la Luz que ilumina el conocimiento y hace emerger la verdad; el nacimiento de la Luz que con su calor y amor hace germinar y llevar a plenitud la vida.
Navidad no es el 25 de diciembre
Si tomamos en cuenta el calendario, sin duda, Navidad es el 25 de diciembre para todos los lugares de la Tierra. Pero este hecho puede no pasar de eso, de ser una fecha en el calendario.
Si, en cambio, tomamos en consideración el fundamento astronómico, tendríamos que decir que hay dos Navidades: una para el hemisferio norte y otra para el hemisferio sur; una el 25 de diciembre y otra el 25 de junio. En cualquier caso, estaríamos hablando de lo mismo.
Lo más interesante, por tanto, no es la fecha, ni los fenómenos astronómicos asociados, ni los debates en torno a si Cristo nació el 25 de diciembre, o si es una fiesta que cristianiza a otras ya existentes, como imposición a consecuencia del poder político de la Iglesia. Lo más importante es su simbolismo o su significado. Y, tanto si se es cristiano como si no, la humanidad sabe desde tiempos ancestrales que la luz del Amor es el camino, que la luz del Amor es la verdad más profunda, y que la luz del Amor es la vida en su estado más pleno.
Navidad el 25 y todos los días
La pregunta más interesante y profunda, entonces, es: ¿cómo conseguir que ese Amor se haga carne cada día? ¿Qué hacer para lograr que la Luz nazca cada día en nuestras vidas? ¿Cuál es el sendero que conduce a una vida llena de Navidad? Y estamos familiarizados con estas preguntas, porque estamos cansados del consumismo que actualmente está asociado a la Navidad; porque estamos cansados de que las buenas intenciones sean sólo para un día o unos pocos días al año; porque estamos cansados de una Navidad vacía de Luz, oscura, sin sentido, por costumbre…
Será Navidad cuando nos ocupemos de vaciarnos de nosotros/as mismos/as, de desprendernos de nuestros propios deseos y apegos, de “despegar” nuestras emociones que nos atan a los afanes de cada día, de ir más allá de nuestros mapas mentales y pensamientos (que son fruto más de quien no ve en la oscuridad que de quien encuentra en la luz), y de generar la quietud como puerta o preámbulo al silencio que permite contemplar, escuchar y sentir la Luz y el Amor que nos hace ser quienes somos.
Por supuesto, unos días serán “más Navidad” que otros. Y entonces lo importante es estar en el camino. Si permanecemos en el camino, poco a poco, lentamente o deprisa, con más ánimo o menos, nos iremos acercando a la plenitud de la Navidad: el Amor que nos hace divinos. Pero si estamos fuera del camino, nunca llegaremos.
Neuromeditación para la Navidad
Para recorrer ese camino podemos servirnos de multitud de métodos, de herramientas, de técnicas, de devociones. Una de ellas es la Neuromeditación. Es una propuesta de meditación que aúna la tradición y la actualidad, la fe y la ciencia.
Podemos servirnos de la Neuromeditación para gestionar nuestro estrés y mejorar la salud. Y también podemos servirnos de ella para gestionar nuestros estados mentales y emocionales y mejorar el bienestar. Y más aún: podemos servirnos de la Neuromeditación para gestionar nuestros hábitos y nuestros rasgos de personalidad, logrando los cambios en nosotros que necesitamos para nuestras vidas. Y junto a todo esto, podemos servirnos de la Neuromeditación para alcanzar el último estadio: unirnos al Amor más pleno y profundo que nos da la vida, y alcanzar la felicidad plena.
El Amor no nace como fruto de nuestras acciones o nuestros méritos, pero sí da calor como consecuencia de quitar de nosotros todo lo que le estorba con la Neuromeditación. El Amor no da más luz gracias a nuestra dedicación o a nuestra pericia en la Neuromeditación, pero sí ilumina si dejamos que tome todo el protagonismo a través de ella. El Amor no está más cerca porque nosotros hayamos llegado más lejos, pero sí está más cerca si hemos llegado más dentro gracias a la Neuromeditación.
La importancia del 25 de diciembre
Después de todo lo que ya sabemos, podemos decir una cosa más: es imprescindible celebrar el 25 de diciembre. La experiencia de nuestras propias vidas nos lleva a saber que el afán de cada día es difícil. Que son muchas las preocupaciones e incluso los sufrimientos que nos toca a travesar. Y que el año es muy largo… ¿Puedes imaginar qué pasaría si no tuviéramos un día en el que pararnos a recordar la importancia de “renacer”, a recordar la existencia del Amor que todo lo ilumina, a recordar la necesidad de limpiar nuestro corazón para que dé la luz y el calor que le corresponde? Un día…, al menos un día… ¿Qué pasaría?
Puede que no haya que echarle mucha imaginación. Puede que, a pesar de tener una fecha en el calendario, eso sea lo que nos está ocurriendo. A muchas personas, ni siquiera en las fiestas de Navidad, nada les recuerda la importancia de recorrer el camino del Amor. Y todos los demás mensajes tienen mucha fuerza… Mucha.
El 25 de diciembre es Navidad. Y la fiesta habrá tenido sentido si cada día del año cada uno/a intentamos ser más luz que oscuridad. ¿Y qué pasa si alguien no se proclama religioso/a? En ese caso podría haber una confusión entre las devociones y el Amor. Re-ligarse consiste en transitar el camino que nos separa de ese Amor que es más que una emoción. Alcanzar la plenitud del amor consiste en dejar atrás el “hombre y la mujer viejos” y renacer cada día al “hombre y a la mujer nuevos”. ¿Y no deseamos felicidad y amor para todo el mundo? Por tanto, ¡feliz Navidad a todos los hombres y mujeres de la Tierra! A los del hemisferio norte y a los del hemisferio sur; a los que viven muy vinculados a las estaciones y al sol y a los que no; a los que buscan el Amor a través de las devociones tradicionales y a los que no. ¡Feliz Navidad!
[i] Cfr. Diccionario del Agente de Pastoral Litúrgica, Burgos 2003, p. 423ss.
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