Salud espiritual
“No hay alto rendimiento sin felicidad ni verdadero bienestar sin sentido. Por eso, trabajar y ser feliz es posible y saludable.”
Gonzalo Serra
En nuestra vida nos hemos podido encontrar con personas para quienes no hay necesidad de otro tipo de entrenamiento además del físico y del mental. Son personas que no han caído en la cuenta de la necesidad de construir la propia vida y la de la sociedad con un propósito o algunos propósitos principales. Si nuestro organismo funciona bien tanto física como psíquicamente, y además hemos aprendido a gestionar nuestras emociones y nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestras acciones, y, sin embargo, no hemos descubierto el propósito de nuestra vida, aquello que otorga sentido a nuestros desvelos, a nuestros esfuerzos, a nuestras planificaciones, a nuestros deseos…, es probable que, con el paso de los años, la desilusión, la apatía, cierto grado de tristeza, e incluso algún grado de depresión, se hagan sitio en el día a día.
Los más jóvenes no suelen comprender esto muy bien. Pero los que ya han recorrido varias etapas de su peregrinación por la vida humana, con facilidad se encuentran cara a cara con la pregunta por el sentido de la vida: ¿y tanto trabajar, para qué…?; ¿y tanta búsqueda de adrenalina y experiencias nuevas, para qué…?; ¿y tanto acumular, o gastar, o cambiar, para qué…?; ¿y tantos amores, para qué…?; ¿y tanta actividad y tanto hacer, para qué…?; etc.
El ejercicio espiritual
Durante mucho tiempo se ha contrapuesto lo físico y lo material a lo inmaterial y lo espiritual. De hecho, la Psicología, literalmente, es, frente a la Física, el estudio o tratado sobre el alma. Actualmente, no obstante, podríamos decir, aun a riesgo de resultar reduccionista, que la Psicología es la ciencia que trata el estudio y el análisis de la conducta y los procesos mentales. En cualquier caso, la búsqueda del sentido, aunque relacionada con los procesos mentales, excede a las propuestas de gestión, y, por ende, al ejercicio mental.
El sentido está vinculado a la experiencia de identidad y no a la creencia de quién soy yo. Y de esto derivan dos entrenamientos tradicionalmente recogidos en el ejercicio del espíritu: la desidentificación con los propios procesos mentales y emocionales; la búsqueda del sentido en la experiencia trascendente.
Salud espiritual y desidentificación
El ejercicio del espíritu de “desidentificación” consiste en desapegarse de las propias emociones, de los propios pensamientos e interpretaciones sobre uno/a mismo/a y sobre la realidad, de los propios valores, de las propias capacidades o habilidades, de las propias conductas y del entorno al que uno/a pertenece. Uno/a no es su nacionalidad, su profesión, su hobby; uno/a no es su raza, su educación, su estatus o su clase social; uno/a no es lo que considera que está bien o mal, lo justo o apropiado; uno/a no es lo que cree sobre sí mismo/a, sobre los seres humanos, sobre el mundo… Todo esto son constructos humanos, fruto de la interpretación individual y conjunta sobre la realidad que somos y a la que pertenecemos.
Desidentificarse consiste en desapegarse emocionalmente de todo ello para acceder a la experiencia (no a la interpretación) de identidad que cada uno tenemos. La identidad es la “percepción que tengo de mí mismo/a” (experiencia) y que sustenta creencias sobre mí y selecciona creencias que me sirven para interpretarme a mí mismo/a. Dicha experiencia y cada una de estas experiencias acontecen en un momento determinado, en el tiempo y, así, la identidad que vivimos es el resultado de las múltiples memorias de que disponemos (tanto a nivel consciente como no consciente) de las igualmente múltiples percepciones de quiénes somos que hemos tenido a lo largo de nuestra historia. Desidentificarse, por tanto, consiste en acceder al acto de conciencia más puro. Para eso tenemos que “vaciarnos” de nosotros mismos, es decir, de la construcción del yo, de los contenidos del yo, y abrirnos a la experiencia de los contenidos del ser.
Salud espiritual y experiencia trascendente
Podríamos decir que la “desidentificación” de la que hemos hablado es un proceso de “alejamiento”, y que el ejercicio del espíritu de “búsqueda de sentido” es un proceso de “acercamiento”.
La búsqueda de sentido es el proceso consciente e inconsciente por el que otorgamos significado y relevancia a nuestra propia vida y a la vida en general. Y ese significado depende de las experiencias de nosotros/as mismos/as que hemos ido teniendo a lo largo de nuestra historia. Estas experiencias, sin duda, están canalizadas por la relación con los demás y con el entorno. Es en la relación donde nos vamos descubriendo vivencialmente como distintos. Y la relación con la trascendencia y la distinción con lo trascendente imprimen un “carácter indeleble”, una huella, una impronta que reconfigura y reubica toda nuestra existencia.