Días de santos y muertos

Días de santos y muertos

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Érase una vez, hombres y mujeres de aquí y allá que se juntaban en la noche cercana al invierno para comunicarse con el más allá… Esto, que podría ser el comienzo de un cuento, una historia o una leyenda, es algo que, cada año, vuelve a estar presente entre las gentes de muchos lugares de nuestro planeta. Hoy, a muchos nos gusta expresarnos en términos científicos, si bien lo verdaderamente importante es la verdad que se encierra en todo ello. Así, la ciencia antropológica, la teología y la sabiduría de la humanidad se encuentran cada año en los días de los santos y los muertos. De la verdad que hay en todo ello es de lo que me ocupo aquí.

Debido a la extensión de este artículo, comienzo exponiendo las conclusiones. Así, quien quiera conocer los porqués y profundizar, puede continuar leyendo tranquilamente.

Conclusiones sobre la verdad de las fiestas de los santos y los muertos

A pesar de la extensión de los expuesto, las conclusiones son breves. Unas se refieren al origen de las festividades, y otras al sentido de éstas.

Sobre el origen

Desde mi punto de vista, nadie que haya estudiado un mínimo las costumbres de los seres humanos y de sus pueblos podrá negar la gran carga cultural compartida entre las distintas sociedades que, inevitablemente, han dado lugar a los ritos y celebraciones que conocemos. Como consecuencia, la influencia que los siglos y las civilizaciones han ejercido en las liturgias se ha de hacer presente necesariamente.

No obstante, esto no quiere decir que no se pueda intentar conocer el origen de algunas de las festividades, como las que nos ocupan ahora. Y, aunque seguro que queda mucho por hablar y descubrir, con los datos que manejamos podemos decir lo siguiente:

1- Se podría aceptar una cierta influencia celta en algunas celebraciones relacionadas con los santos y los muertos, tanto en las cristianas como en las paganas, por ejemplo, la de Halloween. Y, no obstante, afirmar que el origen se encuentra en las celebraciones cristianas europeas.

2- Se podría suponer y aceptar cierta influencia de las culturas mesoamericanas en las celebraciones en América y, a la vez, afirmar que el origen de las celebraciones de los Días de muertos en América es un origen cristiano procedente de Europa.

Sobre el sentido

La tercera conclusión, no menos importante, está relacionada con lo que parece que todas las civilizaciones han comprendido: que la vida no termina con la muerte física. Esto que la humanidad conoce desde siempre, y que para muchas personas no tiene sentido, la ciencia actual lo está corroborando. Cada vez hay más datos que sostienen lo que ya no se puede negar: tras la muerte humana (la muerte cerebral o la muerte clínica) hay vida. O expresado como siempre: “hay vida después de la muerte”. Las investigaciones científicas desarrolladas en “el umbral de la muerte” por psiquiatras y neurólogos, y que han extraído datos durante años (y aún hoy) y desde todas partes del mundo con personas de todas las edades, razas y creencias, son accesibles al público y no dejan lugar a dudas. Sin embargo, la fiesta de los santos y los muertos cristiana aporta una novedad, que queda aquí reflejada como tercera conclusión.

3- Los hombres y las mujeres de todos los tiempos están unidos (forman un solo cuerpo), se pueden comunicar y pueden actuar en bien de unos y otros. Por consiguiente, el cristianismo, además de proponer que la vida no termina con la muerte física, propone tomar como ejemplo de vida a los santos que ya gozan de la compañía de Dios y pedir su intercesión para que Dios nos ayude en nuestro peregrinaje. Y, además, propone recordar y pedir por el bien, la felicidad y la plenitud de todos los difuntos. Se trata, por lo tanto, de vivir la comunión de los santos y los difuntos.

Estas conclusiones encierran verdades que corren el peligro de perderse en este estilo de vida que llevamos. Pero a mí me parece que es compatible la diversión, la atención a las emociones que nos unen a nuestros difuntos y la vivencia más profunda que encierran las festividades de santos y muertos. Disfrutemos de la vida mientras pasamos nuestros días “aprendiendo a mirar al Cielo”.


El día de los santos comienza por la noche

Vivimos acostumbrados a los días de 24 horas que comienzan por la noche a las 0:00 horas y terminan por la noche a las 24:00 horas. Pero no siempre ha sido así. De hecho, muchas costumbres compartidas hacen que revivamos otras formas de interpretar el día y la noche.

Hace tiempo, cuando se contaba con otros tipos de calendarios y cuando la luz eléctrica no había transformado nuestra forma de vida, para algunas culturas el día terminaba al atardecer y daba paso a otro nuevo día que comenzaba en ese mismo momento. En nuestros días, algunas de la celebraciones, ritos y fiestas que vivimos cada año están impregnadas de tradiciones centenarias y milenarias que han dado origen, por ejemplo, a festejos y rituales que tienen lugar en las “vigilias” del día siguiente.

Para los que vivimos en este tiempo, la vigilia, del tipo que sea, tiene relación con la noche. Por ejemplo, la vigilia del día de todos los santos hace referencia al comienzo de esta celebración, que hoy es la noche anterior al día 1 de noviembre. Sin embargo, dado que en otros tiempos el día comenzaba al atardecer, la celebración estaría comenzando al inicio del día, y no el día anterior, es decir, en nuestra vigilia. Éste es, por tanto, el origen de las vigilias en las fiestas y celebraciones.

La magia de la noche

Hoy nos juntamos en la noche para festejos importantes. Puede ser en torno a una mesa, para compartir una cena, o para un baile o un espectáculo. La noche tiene una magia especial que no emerge a la luz del día. No obstante, este tipo de costumbre también tiene su raigambre en el comienzo del día de antaño o en nuestras vigilias.

A falta de luz eléctrica, una buena hoguera aglutinaba a hombres y mujeres, a niños y ancianos. Como digo, al comenzar el día, se hacía de noche. Y no sólo hacía falta la luz para ver, sino también para espantar a todo aquello que no perteneciera al mundo de la luz, sino al de las tinieblas. Y esto es lo que ha ocurrido durante mucho tiempo en muchos lugares, y todavía en algunos sitios de nuestro mundo. Las hogueras, las lámparas y candiles nos ayudan a festejar por la noche y a iluminar para que no se acerque lo que no es bienvenido, ya sean malhechores y maleantes “vivitos y coleantes” o almas atormentadas difuntas. Por eso, el día de los muertos, o día de los difuntos, está cargado de rituales de luz, con sus lámparas y sus símbolos de iluminación.

La verdad de los santos y los muertos

Actualmente, las tradiciones parecen ser controvertidas desde el punto de vista de su origen y decadentes desde la perspectiva de su mensaje. Dado que muchas tradiciones se remontan a siglos y milenios atrás, es lógico que hayan ido incorporando costumbres de las diversas culturas que las han ido enriqueciendo. Y cuando echamos la vista atrás para comprender la ya lejana verdad que encierran, cuestionar los orígenes y sus posteriores influencias nos conduce, en ocasiones, a desechar las tradiciones como algo sin importancia, antiguo y sin una verdad que las justifique.

Junto a esto, la emergencia de nuevas tendencias culturales, de nuevas formas de vida y de novedosas comprensiones de la realidad, nos desconectan de la verdad que estas tradiciones salvaguardaban, perdiéndose, poco a poco, su mensaje y contenido, su verdad.

Esto es, precisamente, algo de lo que ocurre con la tradición del día de los santos y del día de los muertos o difuntos. Las celebraciones del Día de todos los santos y del Día de todos los fieles difuntos se ha extendido por todos los continentes. Y al estudiar el folclore y las tradiciones de los diversos pueblos, caemos en la cuenta de que, antes de que se impusiera el catolicismo, ya existían fiestas similares en otras culturas. Tanto es así, que muchos de los que huyen del cristianismo abrazan tradiciones ancestrales que ni les van ni les viene, pero que, supuestamente, se oponen a lo establecido. Y, en cualquier caso, para muchas de estas personas tampoco tiene interés la verdad que encerraban aquellos festejos de antaño.

Origen de las celebraciones de santos y muertos

Érase una vez, un estudiante de Filosofía que, buscando conocimientos y verdad, y herramientas para pensar y desmarcase de fanatismos, se encontró con que alguno de sus profesores de Filosofía era también fundamentalista… Esto podría ser otro cuento, pero resulta que es mi propia historia. Afortunadamente, son más los sabios y sabias que los fundamentalistas en el entorno de la Filosofía.

Son diversos los intereses que podemos encontrar tras los cuestionamientos y controversias acerca de las distintas tradiciones. La defensa de las ideologías es caldo de cultivo de controversias de este tipo. Ideologías nacionalistas, ideologías políticas o religiosas, ideologías paganas y no paganas, en ocasiones buscan sus argumentos para teñir la verdad de interés, convirtiendo al mismo ropaje aparentemente en otro que transforma el mensaje en uno nuevo afín a la ideología que los defiende. ¿Cuál sería, entonces, el origen de las fiestas de los santos y los muertos?

Origen celta del día de santos y muertos

Al referirnos a las festividades de los santos y de los muertos o difuntos, podemos encontrar multitud de tradiciones y ritos a lo largo de todo el planeta. Sin embargo, hay tres fiestas que por extensión y popularidad cobran importancia en nuestra sociedad. Son la fiesta de Halloween, la fiesta de Días de muertos, y las fiestas del Día de todos los santos y del Día de todos los fieles difuntos. Halloween es conocida por la influencia de Estados Unidos, los Días de muertos es una fiesta conocida por Méjico y por el reconocimiento que la UNESCO otorgó a esta festividad, y los Días de todos los santos y todos los fieles difuntos son conocidos por la influencia del cristianismo en todas partes.

Al buscar sus orígenes, se comprueba la relación que hay entre las tres. Halloween (31 de octubre) se celebra en la víspera, es decir, en la vigilia del Día de todos los santos (1 de noviembre). Y hay quien afirma que el origen de Halloween es celta.

Halloween o víspera de los Santos

La palabra Halloween o Hallowe’en significa víspera de los Santos y​ es de origen cristiano. Procede de la forma escocesa All Hallows’ Eve (víspera de Todos los Santos). Even es el término escocés para “víspera” o “noche”​ y se contrae a e’en o een. Con el tiempo, (All) Hallow(s) E(v)en se convirtió en Hallowe’en.

Se cree que las costumbres actuales de Halloween están influidas por las costumbres y creencias populares de las naciones celtas, algunas de las cuales tienen raíces paganas. Y suelen relacionarse con la fiesta gaélica de Samhain. ​

La fiesta Samhain y el origen celta

Samhain es una de las cuatro fiestas estacionales en el calendario medieval gaélico y se ha celebrado del 31 de octubre al 1 de noviembre​ en Irlanda, Escocia y la Isla de Man. Parece que los celtas britanos o britones celebraban una fiesta similar, llamada Calan Gaeaf en Gales, Kalan Gwav en Cornualles y Kalan Goañv en Bretaña, nombre que significa “primer día del invierno”. Para los celtas, el día terminaba y empezaba al atardecer, por lo que la fiesta comienza la víspera del 1 de noviembre, según los cálculos modernos, como ya he dicho.

Samhain marcaba el final de la temporada de cosechas y el comienzo del invierno o la “mitad más oscura” del año. Se consideraba una época liminal, en la que la frontera entre este mundo y el Otro Mundo se diluía. Esto significaba que los espíritus o hadas podían entrar más fácilmente en este mundo y eran especialmente activos. Eran a la vez respetados y temidos, y los individuos invocaban a menudo la protección de Dios cuando se acercaban a sus moradas. En Samhain se apaciguaba a los espíritus o hadas para garantizar la supervivencia del pueblo y del ganado durante el invierno. Así, se les dejaban ofrendas de comida y bebida, o porciones de las cosechas. También se decía que las almas de los muertos volvían a sus hogares en busca de hospitalidad, por lo que se les reservaba un lugar en la mesa y junto al fuego para darles la bienvenida. En la Irlanda del siglo XIX, se encendían velas y se rezaba formalmente por las almas de los muertos. Después comenzaban la comida, la bebida y los juegos.

De casa en casa

Parece que, al menos desde el siglo XVI, la fiesta incluía mumming y guising en Irlanda, Escocia, la Isla de Man y Gales. La gente iba disfrazada de casa en casa, normalmente recitando versos o canciones a cambio de comida. Puede que originalmente se tratara de una tradición por la que la gente se hacía pasar por las almas de los muertos, y recibía ofrendas en su nombre, algo parecido al souling. Si el hogar donaba comida, podía esperar buena suerte de Muck Olla; si no lo hacía, traería la desgracia.

También se creía que hacerse pasar por estos seres, o llevar un disfraz, servía para protegerse de ellos. En Escocia, los jóvenes iban de casa en casa con la cara enmascarada, pintada o ennegrecida, a menudo amenazando con hacer travesuras si no eran bien recibidos. ​

Bromas como parte de la fiesta

En otros lugares de Europa, el mumming formaba parte de otras fiestas, pero en las regiones de habla celta era particularmente apropiado para una noche en la que se decía que los seres sobrenaturales estaban en el exterior y podían ser imitados o ahuyentados por los humanos errantes. Al menos desde el siglo XVIII, imitar a espíritus malignos era sinónimo de gastar bromas en Irlanda y las Tierras Altas escocesas. No obstante, todo indica que el uso de disfraces y bromas en Halloween no se extendió a Inglaterra hasta el siglo XX.

Los bromistas utilizaban nabos o remolacha forrajera como farolillos, a menudo tallados con caras grotescas. Quienes los hacían decían que representaban a los espíritus o que servían para ahuyentar a los malos espíritus. En el siglo XIX, eran comunes en algunas zonas de Irlanda y las Tierras Altas escocesas, así como en Somerset. En el siglo XX, se extendieron a otras partes de Gran Bretaña y pasaron a denominarse Jack-o’-lanterns (el farol de Jack), y consistían en una calabaza tallada a mano. ​

La víspera de los Santos en Estados Unidos

Con la inmigración masiva de irlandeses y escoceses en el siglo XIX a Estados Unidos, Halloween se convirtió en una fiesta importante en este país. En un principio se limitaba a estas comunidades de inmigrantes, pero poco a poco se fue asimilando a la sociedad y a principios del siglo XX se celebraba de costa a costa por personas de todos los orígenes sociales, raciales y religiosos.

Origen cristiano de la fiesta de Santos y muertos

A finales del siglo XII, la celebración de los Santos y los muertos ya se había convertido en días de precepto de la cristiandad occidental. Varias eran las costumbres que acompañaban esta fiesta, y se ha sugerido que la costumbre de Allhallowtide (triduo festivo que abarcaba la víspera de Todos los santos, el Día de todos los santos y el Día de los fieles difuntos) de hornear y compartir “pasteles de alma” para todas las almas bautizadas es el origen del “truco o trato”. Esta costumbre se remontaría al siglo XV, extendiéndose por Inglaterra, Gales, Flandes, Baviera y Austria.

Souling

Además, se conoce que grupos de personas pobres, a menudo niños, iban de puerta en puerta durante Allhallowtide recogiendo galletas del alma a cambio de rezar por los difuntos, especialmente por las almas de los amigos y parientes de los donantes. Esto se llamaba souling. ​ Las galletas del alma también se ofrecían a las propias almas para que se las comieran, o los soulers actuaban como sus representantes. ¡Cómo no acordarse al saber esto de la costumbre navideña de pedir el aguinaldo a cambio de cantar villancicos!

En el momento de souling, los cristianos llevaban linternas o lámparas hechas de nabos huecos -que podrían haber representado originalmente las almas de los muertos- y las Jack-o’-lantern, que se utilizaban para ahuyentar a los malos espíritus.

En el siglo XIX, en Irlanda, Flandes, Baviera y Tirol, el día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, se encendían velas en los hogares, llamadas “luces del alma”. Estas luces del alma supuestamente servían para guiar a las almas de vuelta a visitar sus hogares terrenales.

En muchos de estos lugares también se encendían velas en las tumbas el día de Todos los Santos. En Bretaña, se derramaban libaciones de leche sobre las tumbas de los parientes, o se dejaba comida en la mesa durante la noche para las almas que regresaban. Esta costumbre también se encontraba en Tirol y en algunas partes de Italia. ​

Origen de los Días de muertos

Hablar de los Días de muertos, inevitablemente nos lleva a Méjico, aunque hay más lugares en los que se celebra esta festividad. En Méjico, la muerte es motivo de celebración y así los muestran sus coloridos altares, panteones iluminados, calles tapizadas de anaranjado con la flor de cempasúchil, comida, bebida, música, calaveras y catrinas… Y todo esto para honrar la memoria de nuestros muertos. El Día de Muertos es una tradición tan emblemática de la cultura mexicana que en 2003 la UNESCO lo declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Tradicionalmente, los mejicanos afrontan la muerte de una manera muy particular. Celebran varios días de fiesta y ritual para recordar a seres queridos y familiares cuyas almas, según la costumbre, vuelven por una noche a compartir con el mundo de los vivos. Todo comienza a finales de octubre, pasando por el 1 de noviembre, dedicado al alma de los niños, para terminar el 2 de noviembre, recordando el espíritu de los adultos.

Raíces indígenas

Se dice que el Día de Muertos tiene su origen en las raíces indígenas de las culturas autóctonas de Mesoamérica. Según los historiadores, esta tradición indígena acabaría fusionándose con las creencias católicas, dando lugar a una festividad que sigue evolucionando con el paso del tiempo.

Para estas culturas mesoamericanas, la muerte era parte de un ciclo y el destino de los muertos estaba marcado por la forma de la muerte que tuvo la persona. Pero este origen se habría complementado con otras formas de festejo, como las llamadas “calaveritas” que, como cuenta el historiador Alejandro Rosas, surgen a finales del siglo XIX y van de la mano de las ilustraciones que publicaba José Guadalupe Posada, a quien se le atribuye la creación de lo que hoy se conoce como “La Catrina”. La Catrina podría ser el símbolo más reconocido dentro y fuera de Méjico del Día de Muertos.

Cuestionamiento al origen prehispánico del Día de los muertos

La doctora Elsa Malvido, de la Dirección de Estudios Históricos del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia, de Méjico), aporta sus años de experiencia y estudio para ofrecer otra mirada sobre el origen de los Días de muertos. Sus conclusiones son claras, y según éstas, el origen del Día de muertos no sería prehispánico, sino europeo. Concretamente, el origen se encontraría en el cristianismo católico europeo.

Trazar un camino de flores de cempasúchil. Colocar tamales, pulque y camote en las ofrendas. Adornar papel picado con calaveras, flores y otros motivos tradicionales. Comer dulces de azúcar en forma de cráneos o panes con forma de cadáveres, son costumbres de las fiestas de Días de Muertos y nos remiten, indudablemente, a la cultura prehispánica con sus tzompantli llenos de calaveras, el mes de su calendario dedicado a los muertos y su absoluta despreocupación por la muerte como lo demuestran los sacrificios y las guerras floridas.

No obstante, todos estos elementos no son una invención de la cultura mexicana, así como tampoco las ofrendas que se colocan en la madrugada del día primero de noviembre. Provienen, más bien, de la Europa medieval y son costumbres católicas y profundamente jesuitas, incluso de raigambre romana. Pero de ninguna manera, como se nos quiere hacer creer, representan resabios de la cultura indígena mexicana.

Huesos, cráneos, panes y dulces de azúcar

Según la doctora Malvido, en Europa ya se exhibía, por lo menos desde el siglo X, el ara, es decir las reliquias de personajes santos que cada iglesia poseía en sus altares. El ara podía consistir en huesos, cráneos u otros restos, o incluso la tierra donde fueron enterrados o una parte de la ropa que portaban.

Las reliquias y el relicario eran considerados intermediarios del hombre ante Dios, y se utilizaban para negociar clemencia, de manera que el cuerpo o el alma no fueran tan castigados. Sería por esto por lo que, en Méjico, mientras los indios eran enterrados en el atrio, la parte más barata, los acaudalados eran inhumados cerca del altar mayor, del ara, para asegurar una intercesión divina para la salvación de su alma.

Precisamente por ello, en la fiesta de Todos Santos y de los Fieles difuntos, los católicos recorrían la mayor cantidad posible de altares, iglesia por iglesia, para ganar indulgencias. Iban anotando cuántas reliquias visitaban para, al final, calcular los años de perdón obtenidos. Y antes de entrar al punto final, la Catedral Metropolitana, los feligreses compraban un pan o un dulce de azúcar con forma de reliquia. Después, el cura los bendecía y, finalmente, eran colocaban en casa, en una mesa, junto con el santo familiar y frutas variadas.

Malvido sostiene que ése es el origen del altar de muertos. E igualmente ocurriría con las costumbres de Argentina, Chile y Perú. Incluso en Sicilia (Italia), además de colocarse el altar de muertos, se tiene la creencia de que los parientes muertos visitan el hogar y traen juguetes para los niños, una tradición religiosa que proviene de una antigua tradición romana.

Visita a las tumbas, velas, mantones y vestimentas

Permanecer en vela en los panteones para aguardar el día primero, tampoco sería una celebración prehispánica, insiste Malvido. Los fieles solían pernoctar el día que Cristo es crucificado y velar su cuerpo, y lo mismo hacían con sus familiares fallecidos, el día en que los enterraban. También al cumplirse un año del fallecimiento, e igualmente los días de Fieles difuntos. Así que, cuando las Leyes de Reforma retiraron los panteones de las iglesias y las llevaron a los cementerios civiles, esa tradición con su verbena se trasladó a estos sitios.

Curiosamente, señala, la tradición comenzó en las tumbas de los ricos, que eran vestidas con encajes y mantones, adornados con porta velas y candelabros de oro y plata. Durante la noche, los criados permanecían ahí para custodiar las tumbas. La gente acudía a los panteones a visitar estas tumbas adornadas y a pasear a sus hijas vestidas elegantemente –para buscarles marido bien acomodado–. Después, se comenzó a adornar, de acuerdo con las propias posibilidades, las tumbas familiares. Aquí comenzaría la tradición de visitar y pernoctar en los panteones la noche del 1 de noviembre.

Origen cristiano de las celebraciones de santos y muertos

Para hablar sobre el origen cristiano de estas fiestas, hay que hacer una distinción que muchos no conocen: hay que distinguir entre las Iglesias Orientales y la Iglesia Latina o romana, más conocida por ser la que se ha extendido por Occidente.

Según el Comentario oficial del Calendario Romano de 1969, ya desde el siglo IV, las Iglesias Orientales celebran todos los santos “Mártires” en una sola solemnidad, bien dentro del tiempo pascual (los sirios) o inmediatamente después de Pentecostés (los bizantinos). A finales del siglo VIII, se empezó a celebrar la solemnidad de Todos los Santos también en regiones celtas y entre los francos. Y en Roma se celebró en el siglo IX.

Y este mismo Comentario subraya que la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, al día siguiente de la solemnidad de Todos los Santos, fue instituida por san Odilón de Cluny el año 998. Y por influjo de los monjes cluniacenses, se difundió ampliamente durante el siglo XI. Sin embargo, en Roma se celebró sólo desde el siglo XIV.

Finalidad celebrativa de los santos y los muertos

A pesar de que en el momento y en la celebración, las festividades de los santos y los muertos son tan cercanas, su finalidad celebrativa está bien diferenciada y tienen sentidos distintos.

Solemnidad de todos los Santos

Sólo atendiendo al nombre ya podemos darnos cuenta de alguna diferencia. La celebración de los santos, para la Iglesia es una solemnidad, y la de los muertos o difuntos es una conmemoración. La solemnidad indica mayor importancia que la mera conmemoración.

El sentido de la fiesta de los santos en la Iglesia ha sido siempre el mismo: por un lado, tener presente a la multitud de hombres y mujeres de todos los tiempos y latitudes que han realizado en su vida la santidad según el esquema de las bienaventuranzas; y, por otro, pedir su intercesión, es decir, pedirles que oren por los que aquí seguimos.

Este recuerdo de todos los santos que ya están en el Cielo pone, entonces, de manifiesto que son un ejemplo para los que aún no hemos partido hacia la casa del Padre. Y también propone que pidamos su intercesión, dado que son santos y gozan de la gloria de Dios, aunque no hayan sido beatificados ni canonizados en su vida terrenal. Ambas vertientes del sentido de la fiesta ponen de relieve la convicción de la Iglesia acerca de la vida sobrenatural: la Comunión de los santos.

Conmemoración de Todos los fieles difuntos

Aunque esta celebración tiene su origen cristiano en el siglo X, sería todo un error pensar que rezar por los difuntos pertenece a la época medieval, puesto que esta costumbre nace con la misma Iglesia. Ya desde antiguo, una vez enterrado el muerto, se le encomienda litúrgicamente, generalmente el día del aniversario del día de su nacimiento a la vida eterna (día de su muerte física), celebrando la Eucaristía para su provecho o sufragio. Es más, existe una costumbre muy antigua de celebrar una Eucaristía por todos los difuntos una vez al año (por tanto, un día distinto al de la muerte de cada uno de ellos).

Es claro que la Iglesia, ya desde sus orígenes, tiene la convicción de que está en comunión con los muertos. Por eso ha mantenido la oración por ellos mediante el ofrecimiento de sufragios, de modo especial el de la Eucaristía. Y esto no está reñido con la costumbre de llevar flores a las tumbas de los difuntos, pues se puede convertir fácilmente en una oración.

Conclusiones sobre la verdad de las fiestas de los santos y los muertos

1- Se podría aceptar una cierta influencia celta en algunas celebraciones relacionadas con los santos y los muertos, tanto en las cristianas como en las paganas, por ejemplo, la de Halloween. Y, no obstante, afirmar que el origen se encuentra en las celebraciones cristianas europeas.

2- Se podría suponer y aceptar cierta influencia de las culturas mesoamericanas en las celebraciones en América y, a la vez, afirmar que el origen de las celebraciones de los Días de muertos en América es un origen cristiano procedente de Europa.

3- Los hombres y las mujeres de todos los tiempos están unidos (forman un solo cuerpo), se pueden comunicar y pueden actuar en bien de unos y otros. Por consiguiente, el cristianismo, además de proponer que la vida no termina con la muerte física, propone tomar como ejemplo de vida a los santos que ya gozan de la compañía de Dios y pedir su intercesión para que Dios nos ayude en nuestro peregrinaje. Y, además, propone recordar y pedir por el bien, la felicidad y la plenitud de todos los muertos. Se trata, por lo tanto, de vivir la comunión de los santos y los difuntos.

 

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