Meditación y energía

Meditación y energía

Ciencia y espiritualidad Meditación 0

El conocimiento sobre la energía que la ciencia ha arrojado desde los tempranos años del siglo XX ha transformado nuestra forma de vivir y el mundo. Y la globalización del conocimiento y la nueva emergencia de búsqueda espiritual ha hecho posible que se popularice el manejo de la energía que las tradiciones más antiguas de la humanidad han llevado a cabo desde hace siglos y milenios. Con todo esto, la cuestión está servida: ¿se habla de lo mismo cuando nos referimos a la energía en todos estos campos? ¿Meditar es una práctica equivalente a otras prácticas energéticas? ¿Basta con gestionar la energía para transformar, sanar, curar, vivir con bienestar, ser felices o alcanzar la santidad?

La energía del cuerpo humano

¿Y si se pudiera aceptar que cuerpo está diseñado para que él mismo pueda sanarse? La capacidad del cuerpo para mantener su salud y superar las enfermedades sería una de las proezas más asombrosas de la naturaleza. Si esto fuese una realidad, vivimos con un gran obstáculo que debilita esta capacidad: permanecemos en un mundo que interfiere sistemáticamente con esta capacidad natural. Para que nuestro bienestar realmente prospere, es necesario colaborar de forma consciente.

Las energías eléctricas y electromagnéticas, las más sutiles que dan vida al cuerpo, representan uno de los fundamentos de la salud. Son el combustible y la atmósfera del cuerpo. Nos crearon en los campos electromagnéticos, gravitacionales y nucleares de la Tierra. Nos criamos bajo los rayos vitales del Sol. Nuestros propios sistemas energéticos, así como las vías energéticas del cuerpo (o meridianos), los centros energéticos del sistema nervioso (o chakras) y el biocampo (o aura, la atmósfera energética del cuerpo) emiten energía electromagnética y luz. Existen unas energías sutiles en nuestro interior que hoy nos cuesta medir, y que, sin embargo, resultan claves para la vida humana.

Muchas culturas describen una matriz de energías sutiles que apoyan, modelan y animan el cuerpo físico, a menudo mostrando una inteligencia que trasciende el conocimiento humano y que llaman Qi o Chi en China, Prana en la tradición del yoga de la India y el Tíbet, Ruaj en la cultura hebrea, Ki en Japón, Baraka entre los sufíes, Wakan entre los lacotas, Orenda entre los iroqueses, Megbe entre los pigmeos ituri, y hay quien atribuye una equivalencia entre todas éstas y el Espíritu Santo de la tradición cristiana. No es nada nuevo afirmar que las energías sutiles operan en tándem con las energías más densas o “solidificadas” del cuerpo físico.

Tipos de energía

Aunque existan muchas formas de energía (kinésica, térmica, química, nuclear), las más adecuadas para la gestión del bienestar humano incluyen varias combinaciones de las energías eléctricas, electromagnéticas y “sutiles” del cuerpo.

La electricidad

La electricidad implica el movimiento de electrones y protones. Como una pila en miniatura, cada célula del cuerpo almacena y emite electricidad. Normalmente, el exterior de una célula viva tiene una carga positiva y el interior una carga negativa. Pero estas cargas pueden invertirse en cualquier momento debido a la acción de las “bombas iónicas” en la membrana de la célula, que extraen sodio de la célula e introducen iones de potasio (un ión es un átomo o un grupo de átomos que tiene una carga eléctrica).

Este mecanismo también permite que los impulsos neurológicos transiten por las células nerviosas. Curiosamente, cuando el embrión tiene aún un tamaño de cuatro células, se puede detectar un gradiente eléctrico en él que empieza a activar ciertos genes. Cada inspiración, cada músculo que movemos y cada bocado que digerimos implican una actividad eléctrica. De modo similar, nuestros recuerdos, sentimientos y pensamientos están codificados en patrones de diminutos impulsos eléctricos.

La radiación electromagnética

Se extiende en forma de onda. Abarca un espectro desde la radiofrecuencia hasta llegar a los rayos gamma, que incluye las microondas, la radiación infrarroja, la luz visible, la luz ultravioleta y los rayos X. La frecuencia de este espectro se extiende de 30 Hz (30 ciclos por segundo) a 300 EHz (300.000.000.000.000.000.000 ciclos por segundo). El espectro electromagnético se puede describir como energía, longitud de onda o frecuencia. La energía electromagnética se extiende en forma de onda (la luz viaja del Sol a la Tierra a modo de ondas), pero la materia la absorbe y forma una modalidad de partículas llamadas “fotones”. Sin embargo, la naturaleza exacta de las ondas electromagnéticas sigue siendo un misterio. Y tal es su enigma que dio lugar a la física cuántica.

Energías “sutiles”

Einstein describió las energías sutiles como energías que sólo conocemos por su efecto, ya que no disponemos de los instrumentos necesarios para medirlas directamente. El electromagnetismo pertenecía a esta categoría hasta hace, relativamente, poco tiempo: hasta el siglo XXVIII. Se podían observar sus efectos, pero no era posible medirlo. Aunque a estas energías sutiles les cueste mover una aguja en un aparato de medir, muchas personas saben cómo utilizarlas para restablecer la salud y la vitalidad. De hecho, William Tiller y sus colegas de la Universidad de Stanford crearon un aparato que ha demostrado la existencia de un campo energético distinto del espectro electromagnético. Algo interesante sobre este aparato es que mostró que este campo energético sutil responde a la intención humana. Si tenemos pensamientos negativos, este campo presenta cualidades que difieren de las que presenta con pensamientos positivos.

Probablemente, los sistemas energéticos básicos, como los meridianos, los centros energéticos o chakras y el biocampo, pueden incluir todo tipo de combinaciones de estas diferentes clases de energía. Un centro energético, por ejemplo, se puede medir según las frecuencias electromagnéticas en la zona del cuerpo donde éste se sitúa, y, además, también contiene información que una persona “sensible” puede “leer” intuitivamente al adaptarse a las energías sutiles propias de ese centro energético del sistema nervioso.

El trabajo con la energía

A pesar de las dificultades para describirla, podría decirse que el alma es como la chispa del espíritu que dota de vida al cuerpo y a su cerebro. Cuando el alma se va y se separa definitivamente, la función del cerebro se desvanece y el cuerpo muere. El trabajo energético con una persona implica, por tanto, “tocar” tanto el alma como el cuerpo. Paradójicamente, cuanto más penetramos en la vida del alma individual, más nos identificamos con nuestro origen, un origen que depende de la vida de un espíritu inteligente, universal y unificador. Y cuanto más lo hacemos, tanto mejor está nuestro cuerpo.

Einstein demostró por medio de la física lo que los sabios han enseñado durante milenios: todo en nuestro mundo material, tanto lo animado como lo inanimado, está constituido por energía y todo irradia energía. Llegó a la conclusión de que la naturaleza, continuamente reproductora y dinámica del universo, sólo se podía entender como la obra de una inteligencia superior proveniente de otra dimensión.

Cuando todas las energías están en armonía, el cuerpo mejora. Y cuando lo hace, el alma dispone del terreno necesario para florecer en el mundo. Éstas son las motivaciones últimas del trabajo energético: preparar el terreno y alimentar la flor.

Equilibrio energético

Las energías solares y terrestres penetran en cada célula, al mismo tiempo que aportan sustancia al cuerpo energético. Éste, a su vez, se convierte en un universo propio y autónomo, en una fuerza en el interior del cuerpo y en el exterior. Interactúa continuamente con las energías externas y mueve sus propias energías para calentar, refrescar, activar, calmarnos y establecer un ciclo de reparación y rejuvenecimiento. A través de esta alquimia exquisita, las energías aumentan, se almacenan, se consumen, se transforman, se armonizan y se equilibran.

El equilibrio es un concepto fundamental en el trabajo con la energía humana, lo mismo que el concepto de homeostasis lo es en biología. Todos los sistemas intentan conseguir un equilibrio energético, un estado de estabilidad interna y armonía con otras energías. Al mismo tiempo, cada esfuerzo y cada interacción con el entorno alteran este equilibrio. Como gravitamos continuamente hacia él, volvemos a alterarlo, viviendo y adaptándonos.

Cuando uno de los sistemas energéticos del cuerpo presenta un desequilibrio crónico o cuando varios sistemas no están en sintonía, el cuerpo tampoco lo está. El cuerpo energético está constantemente ajustando las energías disponibles para recuperar el equilibrio. Debido a diversos factores propios de la vida moderna, posiblemente, al cuerpo nunca le había resultado tan difícil mantener un equilibrio energético óptimo para conservarse y alimentarse, para soportar las múltiples y refinadas formas de estrés psicológico, la contaminación, los alimentos procesados y la energía electromagnética artificial.

El hombre de dos millones de años de antigüedad

Prácticamente, cualquiera puede aprender a manejar sus energías con el fin de mejorar su bienestar. Nuestros ancestros poseían el conocimiento instintivo para sanarse ellos mismos y este conocimiento aún reside hoy en nosotros.

Parece que los psicólogos evolucionistas han demostrado que las estrategias de supervivencia se transmiten a través del ADN. Los tejidos corporales albergan energías curativas y la psique posee los códigos de la capacidad para sanar.

Carl Gustav Jung denominaba al componente arcaico de la psique humana el “hombre de dos millones de años de antigüedad”. Este hombre, esta mujer, “vive” en cada uno de nosotros. Hace dos millones de años, nuestros ancestros, con un cerebro tan sólo un poco más grande que el de un gorila, realizaban muchas actividades relacionadas con el arte, la caza, la construcción de refugios y herramientas, y el curtido de pieles, habitando en viviendas muy básicas. Y no sólo eso, sino que también se sanaban unos a otros. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la sanación y hasta la curación natural era la única opción posible.

Nuestros ancestros dependían únicamente de ellos mismos para su supervivencia y la de la tribu. No podían ir al hospital para que les realizaran un trasplante de riñón o para que les prescribieran antibióticos. Ellos mismos eran sus propias autoridades, lo que les obligaba a estar mucho más en sintonía con las energías sutiles de lo que estamos nosotros. Sentían la energía de una posible comida, de un animal salvaje o de un compañero enfermo; sabían cómo administrar sus propias energías para potenciar su fuerza y su nivel de competencia. Seguramente, no podrían haber sobrevivido en aquel mundo hostil de hace dos millones de años si no hubieran entendido de manera intuitiva lo que hacía falta para manejar una estructura sumamente compleja en medio de un entorno difícil.

La energía sutil en la vida actual

En los últimos años se ha introducido el término “energía sutil” en la ciencia para denominar unas fuerzas hasta entonces no detectadas, pero aparentemente inteligentes tanto en el medio como en el cuerpo. Alguien que tiene buenas manos para las plantas, de manera que éstas crecen, una oración como una fuerza que acelera la curación de la persona por la que se ora o las manos de un sanador o sacerdote que transmiten la fuerza que alivia los síntomas de un paciente, utilizan, en todo ello, una fuerza que se compone de “energía sutil”.

Las energías sutiles, que se cree que existen fuera del espectro electromagnético, operan dentro de un dominio que hasta hace poco no podían captar ni los detectores científicos más sensibles. Sin embargo, ahora se dispone de instrumentos que son lo suficientemente sensibles como para detectar, al menos, la parte más densa de estas energías.

Unos electrodos sujetados a manos y pies, por ejemplo, permiten medir la energía que pasa por cada meridiano y los órganos correspondientes a los que alimenta. Los cambios que se miden en emisiones leves y que emanan de los chakras y meridanos corresponden a los cambios energéticos que aparecen como resultado de la meditación, la acupuntura, el qi gong y otros trabajos energéticos. Los detectores de este tipo pueden incluso servir para anticipar enfermedades que todavía no se han manifestado. Al diagnosticar una alteración en la actividad de los meridianos, por ejemplo, se auguraron cambios en la condición física que ocurrieron horas, días y a veces semanas más tarde.

Pensamiento y energía

Aparentemente, con el pensamiento también se emite energía sutil. En los experimentos llevados a cabo en Stanford y que ya se han mencionado, donde se usó un generador que expulsaba gas para registrar la actividad de los electrones, Tiller descubrió que la mera concentración mental era suficiente para incrementar la actividad dentro del generador.

Otros estudios realizados en la facultad de ingeniería de la Universidad de Princeton, también sugieren que los pensamientos afectan a las energías sutiles. Se demostró que ciertos individuos lograban intervenir mentalmente en los aparatos que extraen números al azar y que, además, la presencia de grupos organizados imponía un grado de orden a los generadores. Realizado en diez reuniones diferentes, desde reuniones de negocios hasta conferencias científicas y eventos religiosos, el efecto era más intenso en los momentos en que se concentraba la atención del grupo, o bien cuando la unión del mismo era importante, o cuando los miembros de éste compartían una experiencia emocional común.

Encuentro trascendente y energía

Tras estas brevísimas descripciones y aproximaciones al mundo de la energía y a sus tipos, podemos preguntarnos si con todo ello y desde cualquier tradición estaríamos hablando de los mismo. El nuevo paradigma de pensamiento del que nos provee la física cuántica está proporcionando nuevos conceptos y nuevas aproximaciones sobre la realidad. Estas nuevas formas de explicar el universo y la vida humana están produciendo un acercamiento entre la ciencia y la espiritualidad, entre la materia y el espíritu. ¿Y significa que todo a lo que llamamos energía es lo mismo? ¿Implica que energía y espíritu son realidades equivalentes? ¿Quiere decir que el trabajo con la energía humana es una práctica espiritual y a la vez sanadora? ¿Supone esta nueva interpretación que la vivencia personal de la energía es la vivencia del Encuentro trascendente, con Dios?

A lo largo del proceso de meditación continuado día tras día, es posible que se produzca la experiencia del Encuentro. Es un encuentro vivencial con lo trascendente, al margen del entendimiento y supuestamente accesible desde la comprensión de la conciencia. Pero algo que conviene no perder de vista es que el Encuentro trascendente no se produce sólo en los últimos niveles de meditación o en los últimos grados de oración. Y no se produce únicamente cuando se medita o se ora. También, en ocasiones, se produce en medio de los quehaceres de la vida ordinaria. Y no sólo les ocurre esto a personas que practican la meditación o la oración. Así lo corroboran los casos de personas que incluso viviendo al margen de la espiritualidad han necesitado reconocer para sí mismos ese Encuentro, más allá de lo que puedan entender de ello.

Dificultades para el encuentro

Y, ¿por qué si el Encuentro puede producirse sin la ayuda de la meditación o sin la oración, nos empeñamos en meditar u orar? La razón es bien simple, aunque nada fácil de hacerla vida sin estas ayudas. La razón es que el Encuentro, e incluso la capacidad de darnos cuenta del Encuentro, se ven dificultados por nuestras emociones, tensiones, pensamientos, hábitos y por nuestros rasgos de personalidad.

  • Por nuestras emociones, porque funcionan como un pegamento a nuestros asuntos personales.
  • Por las tensiones del cuerpo, porque nos mantienen en alerta ante las cuestiones de los sentidos y ante las circunstancias interpretadas desde nuestra mente.
  • Por nuestros pensamientos, porque nos cierran el paso a lo que no está dentro de nuestro mapa mental.
  • Por nuestros hábitos, porque pueden sabotear nuestras buenas intenciones.
  • Y por nuestros rasgos básicos de personalidad (Mapas Mentales Básicos), porque limitarán nuestra libertad mientras no “forjemos” nuestro carácter.

Y ocurre que todas estas dificultades movilizan nuestra energía y también pueden ser promovidas por nuestro estado energético. Realizar un trabajo con nuestra energía no garantiza el Encuentro. Y, además, como digo, este Encuentro no depende del estado energético, aunque se vea condicionado. Pero, aunque no garantice el Encuentro, puede facilitarlo.

La meditación y la oración, prácticas ambas que movilizan energía, son ayudas para disminuir las dificultades que, dándonos cuenta o sin darnos cuenta ponemos al Encuentro. No obstante, no todos los métodos de meditación se ocupan de todas estas dimensiones, ni todos los tipos de oración. La Neuromeditación, como método de meditación y como ejercicio del espíritu, se ocupa de todo ello.

El encuentro como experiencia amorosa

El Encuentro es principalmente una experiencia amorosa, que en muy poco o nada se parece a lo que acostumbramos a llamar amor. Tampoco es el estado de paz que alcanzamos con la quietud, ni es la quietud. El Encuentro genera emociones, pero no es una emoción. Es muy parecido a la experiencia de enamoramiento entre dos personas, y por eso la literatura lo ha descrito multitud de veces con expresiones de enamorados.

Muchas veces se produce a través de lo que los místicos llaman “prendas” o “toques”. Éstos son experiencias fugaces, instantáneas (toques), que inflaman nuestro corazón y nos permiten vislumbrar lo que podrá ser nuestro si perseveramos (prendas, señales, promesas), abriéndonos así a la esperanza. Otras veces se produce por medio de “arrobamientos”, experiencias un tanto más duraderas, aunque cortas, por las que nos sentimos embebidos, como enajenados, invadidos de una sensación amorosa que nos colma de fuerza, de paz, de felicidad… Es el “corazón inflamado”. Realmente, la finalidad última de la meditación y la oración es mantener esta llama encendida…

Confusiones en torno a la energía

Mi experiencia personal y el trabajo de años con personas de todo tipo y edades me han llevado a la conclusión de que muchos confunden el Encuentro trascendente con experiencias gustosas, a las que Teresa de Jesús llamaba “contentos”. Especialmente, se puede confundir con las experiencias energéticas internas del cuerpo humano. Es lo que podríamos denominar la “confusión sensible”.

Algunas tradiciones orientales proponen métodos de meditación basados en el trabajo energético de los centros de energía del organismo que denominan chakras. Y, desde mi punto de vista, en algunas tradiciones se produce una confusión típica: considerar que la conexión con la energía física del universo es el Encuentro trascendente. Es posible que la confusión se produzca por la experiencia del movimiento de la energía en sí. Cuando se produce el Encuentro, en nuestro organismo se moviliza la energía. Y, si bien es cierto que, con la apertura voluntaria, intelectual y vivencial, a lo trascendente se “abre” el 7º chakra, el de la corona, el Encuentro no siempre moviliza la energía de este chakra. Y lo principal: siempre que se produce el Encuentro se moviliza la energía de nuestro organismo; pero no siempre que se moviliza la energía de nuestro organismo se produce el Encuentro.

Mi experiencia me lleva a afirmar que la “fuerza”, la “energía”, el “soplo” de vida que se recibe en el Encuentro no es lo mismo que la vitalidad de la que nos llenamos con el trabajo energético. Y pongo énfasis en esto que señalo porque, con ello, además de subrayar las diferencias para evitar las confusiones, quiero resaltar la validez que para mí tiene el trabajo energético para el bienestar humano.

Otras confusiones

Por otro lado, además de la confusión sensible que acabo de describir, nos podemos encontrar igualmente con la confusión intelectual. Se pueden producir también otras confusiones al vivir ciertas experiencias intelectuales, de corte gnóstico.

En la medida en que una persona hace “silencio” en su vida, se libera de apegos, gana en lucidez y aumenta su libertad personal. Y puede llegar a parecerle que todo depende de sus propias fuerzas. De esta manera, cuanto más entre en sí misma esta persona, más conocería los misterios de la vida que nos llevan a la felicidad. Y, entonces, la contemplación intelectual de esos misterios se convertirá en la finalidad del proceso. Sin embargo, los grandes místicos advierten sobre todo conocimiento que emerge en nosotros en el trance de la contemplación, e indican que conviene no tomar en consideración toda imagen, todo sonido, toda sensación corporal que pueda provenir del propio esfuerzo, del propio hacer activo, de la propia reflexión personal, por muy en silencio que nos encontremos. Es más, cuanto más silencio haya, más sosegado estará el entendimiento, por lo que la reflexión no será posible.

Parece que es cierto, y por aquí puede venir esta segunda confusión, que el Encuentro trascendente, en ocasiones, dota de conocimiento, ya sea a través de imágenes, mensajes o sonidos, o de sensaciones corporales. Pero este conocimiento tiene dos características esenciales: la primera es que no procede de nuestra reflexión ni de ningún ejercicio de nuestro entendimiento, es decir, no depende de nosotros; y la segunda es que emerge como contenido de la conciencia, por lo que, se da la comprensión por nuestra parte, pero luego no somos capaces de explicarlo bien con palabras, o ni siquiera somos capaces de explicarlo, aunque sí transforme nuestra vida.

Para aclarar esto, señalo lo que la Neurobiología (en la línea de Antonio Damasio) nos ha aportado en las últimas décadas: nuestro cerebro tiene dos vías de conocimiento: el conocimiento del entendimiento y el conocimiento de la conciencia. Al primero lo llamamos “entender”, y al segundo “comprender”. El Encuentro generaría conocimiento desde la comprensión, y nos resulta difícil hablar de ello porque el lenguaje representacional de la conciencia no es visual, ni auditivo, ni kinestésico en términos de gusto u olfato. Tal y como apunta la Neurobiología actual, la representación que el cerebro hace de la experiencia de la conciencia es solamente kinestésica en términos de propiocepción e interocepción (términos que se refieren a la percepción interna del cuerpo y del conjunto del organismo). Y es, entonces, un lenguaje no verbal, difícil de traducir al lenguaje verbal ordinario.

Conclusiones sobre la energía y la espiritualidad

La aportación de la ciencia parece indicar que, si no todo, casi todo en el universo puede explicarse o está relacionado con explicaciones en torno a la energía. La nueva forma de interpretar la realidad, procedente del paradigma de pensamiento surgido a partir de la física cuántica, nos empuja a ello y genera aproximaciones novedosas e interesantes entre ciencia y espiritualidad. Y cada vez son más las personas que asumen las interpretaciones que toman como equivalentes las nociones de la ciencia sobre la energía y las vivencias energéticas transmitidas por las tradiciones espirituales más antiguas.

A la luz de la experiencia de místicos y estudiosos, se podrían proponer varias cuestiones:

  1. Que la realidad material y la realidad energética guardan estrecha relación.
  2. Que la realidad energética y la realidad espiritual se afectan mutuamente.
  3. Que la vivencia espiritual moviliza energía, pero que no toda movilización energética provoca cualquier tipo de vivencia espiritual.
  4. Que el Encuentro trascendente es un fenómeno espiritual que afecta a la energía, pero que el trabajo energético no conlleva un Encuentro trascendente necesariamente.
  5. Que se puede hablar de dos tipos de confusiones en relación con la energía y la espiritualidad: la confusión sensible y la confusión intelectual.
  6. Que la meditación es una práctica que ayuda y favorece el trabajo con la energía y la experiencia del Encuentro trascendente, pero que este Encuentro puede darse sin practicar la meditación.

Fruto de todas estas conclusiones podemos entender los usos de la Neuromeditación o “para qué meditar” y animarnos a movilizar nuestra energía y a practicar cada día la Neuromeditación.

 

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