Beneficios de la meditación para el cerebro

Hace unos años, en un anuncio de TV, un anciano se dirigía de esta manera a la audiencia: “Dicen que los mayores comemos mucha miel, pero no es así; lo que ocurre es que, los que comemos mucha miel llegamos a mayores”. Y lo mismo ocurre con la meditación y sus beneficios: dicen que los grandes beneficios de la meditación son sólo para personas especiales, pero no es así; lo que ocurre es que, los que se benefician de la meditación se convierten en personas especiales. ¿Y sabes cuáles son los beneficios de la meditación para el cerebro y para el organismo en su conjunto? Sin duda, en general, la mejora de la salud. Pero no es lo único. ¿Quieres saber qué más dice la neurobiología al respecto?
Conclusiones de los estudios sobre los beneficios de la meditación
Originariamente, la meditación no aspiraba al tratamiento de problemas psicológicos. Sin embargo, en los últimos años, con la ayuda de las investigaciones de la neurociencia, ha demostrado ser útil para el tratamiento de algunos de ellos. Y resulta especialmente útil en los casos de depresión y trastornos de ansiedad.
Los resultados de un metaanálisis de 47 estudios sobre la aplicación de métodos de meditación al tratamiento de pacientes con problemas de salud mental han puesto de relieve con claridad que la meditación tiene un efecto semejante al provocado por la medicación, pero sin efectos secundarios, sobre la depresión (especialmente sobre la depresión grave), la ansiedad y el dolor. Y, en cierta medida, la meditación también puede reducir el coste del estrés psicológico. Además, algún tipo de meditación puede ser muy útil con pacientes que han padecido algún trauma, especialmente el TEPT (Trastorno de estrés postraumático).
La meditación como medicina
No obstante, antes de decir algo más, conviene dejar claro que a día de hoy, no hay información suficiente que avale el uso de la meditación como sustituto a la medicina o a algunos medicamentos. Por otro lado, sí que existen conclusiones válidas que apoyan la utilización de prácticas meditativas para complementar la praxis médica. E igualmente es necesario saber que no todas las prácticas meditativas son iguales y por eso no conducen a los mismos efectos. Es decir, no todas los métodos de meditación aportan los mismos beneficios, ni al cerebro, ni al organismo en su conjunto. Por último, habría que dejar claro que, tales beneficios, en la mayoría de los casos, están vinculados a una práctica cotidiana y sostenida en el tiempo.
En cualquier caso, se puede indicar que los estudios más sólidos sobre la meditación y sus beneficios no se centran en la cura de síndromes médicos, ni en la identificación de los mecanismos biológicos subyacentes, sino en el simple hecho de aliviar la ansiedad psicológica. Aún no se está seguro de si la meditación hace algo más que proporcionar cuidados paliativos, ni tampoco se tiene claro las enfermedades para las que puede servir. Pero, la respuesta a la cuestión sobre el empleo de la meditación para mejorar la calidad de vida de las personas que padecen una enfermedad crónica es rotundamente “sí”. Por eso, resulta extraño que la medicina occidental soslaye con tanta frecuencia este aporte paliativo que tan importante resulta para los pacientes.
La tecnología para la medición de los beneficios
La investigación sobre meditadores experimentados ha avanzado con la utilización de la tecnología para la medición. Un electroencefalograma (EEG) permite rastrear y registrar la actividad eléctrica del cerebro mientras se medita. La resonancia magnética (RMf), por su parte, proporciona una imagen tridimensional de la actividad cerebral. Y así como el EEG arroja lecturas temporalmente más precisas, la RMF aporta una imagen más exacta de su ubicación neuronal.
El EEG no nos revela lo que ocurre en las profundidades del cerebro, y mucho menos el lugar del cerebro en el que se producen los cambios. Esta precisión espacial la proporciona la RMf, que muestra con gran detalle las regiones que se activan al meditar. En cambio, la RMf, aunque resulta espacialmente más exacta, sólo nos muestra los cambios al cabo de uno o dos segundos, es decir, mucho más tarde que el EEG.
Un ejemplo: el caso Mingyur
Un ejemplo de resultados obtenidos gracias a estas técnicas es el que resultó de la investigación dirigida por R. J. Davidson sobre la actividad meditativa de Mingyur Rinpoché, concretamente de su práctica de la compasión. Se observó que los circuitos cerebrales asociados a la empatía (que suelen activarse “un poco” durante este ejercicio mental) experimentaron, durante ese mismo instante, un aumento extraordinario de entre el 700 y el 800% por encima del nivel basal propio del estado de reposo inmediatamente anterior.
Estos datos excedían con creces cualquier cosa que se hubiera observado en los estudios realizados con personas “normales”, o, como decía al principio, consideradas “no especiales”. El único parecido que se encontraba era con los ataques epilépticos, episodios que duran unos pocos segundos y no un minuto entero. Además, quienes sufren ataques epilépticos se ven desbordados por las convulsiones. Pero Mingyur mostraba un control deliberado de su actividad cerebral. Parecía que, efectivamente, Mingyur era una persona especial. ¿O no tanto? Resulta que, en ese momento de la investigación, Mingyur alcanzaba las 62.000 horas de meditación. Entonces, quizá sea cierto lo que proponía al inicio: los que hacen suyos los beneficios de la meditación se convierten en personas especiales…
La edad del cerebro
La imagen por resonancia magnética (IRM) permite a los científicos utilizar referentes anatómicos para estimar la edad del cerebro de una persona. La representación gráfica de los cerebros de personas de una determinada edad se reparte en torno a una distribución normal (la llamada Curva de Gauss), y la mayoría de ellos giran en torno a su edad cronológica. Ocurre que los cerebros de algunas personas envejecen más deprisa que lo que sería propio de su edad cronológica. Esto los coloca en riesgo de sufrir trastornos cerebrales prematuros asociados a la edad, como, por ejemplo, la demencia. En cambio, otros experimentan un envejecimiento menor que el correspondiente a su edad cronológica.
La IRM utilizada con Mingyur en 2002, 2010 y 2016 permitió observar algunas pautas muy claras. El cerebro de Mingyur caía en el momento de la investigación en el percentil 99 de los propios de su edad, lo que significa que, de entre 100 personas de su misma edad, el suyo es el cerebro más joven. Posteriormente, volvió a retirarse como monje errante cuatro años y medio. Al realizar la IRM de nuevo, ésta mostraba que la edad de su cerebro se ralentizó hasta el punto de que, a los 41 años, su cerebro parecía tener tan sólo 33 años.
Estos datos, sin embargo, podrían ser anecdóticos, un caso aislado. Por eso, resultan más convincentes los resultados de un grupo mayor de meditadores experimentados como Mingyur que, a día de hoy, con la investigación en marcha, siguen siendo ampliados, permitiendo un conjunto de descubrimientos cada vez mayor y sin precedentes en la historia de las tradiciones contemplativas, y más todavía en la historia de la ciencia cerebral.
Además, un estudio llevado a cabo en UCLA, según el cual la meditación enlentece o ralentiza el encogimiento habitual del cerebro que suele acompañar al envejecimiento, aporta datos como que el cerebro de quienes meditan es, a los 50 años, unos 7,5 años “más joven” que el de quienes no meditan de la misma edad. Y por cada año que supera los 50, el cerebro de los practicantes es 1 mes y 22 días “más joven” que el de los no practicantes de la misma edad. La conclusión del estudio es que la meditación contribuye a conservar el cerebro ralentizando su atrofia. Y, aunque no esté muy claro que pueda invertir la atrofia cerebral, sí que hay razones para suponer que puede verse ralentizada.
“La clave de una vida relativamente libre de la experiencia del dolor, tanto físico como emocional, consiste en perseverar en la práctica de la meditación día tras día, mes tras mes, año tras año y hasta década tras década.”
El cerebro de las personas que meditan
El primer informe científico sobre que la meditación engrosa ciertas áreas clave del cerebro llegó en 2005 de la mano de Sara Lazar, investigadora de la Facultad de Medicina de Harvard. Este informe ha ido seguido de otros muchos con conclusiones en la misma línea. Menos de una década después hay suficientes estudios de imagen cerebral de quienes meditan como para justificar la realización de un metaanálisis en el que se combinan 21 estudios para ver lo que se mantenía y lo que no.
Cambios en el cerebro por la meditación
Los resultados de este metaanálisis pusieron de relieve que las áreas del cerebro de meditadores que parecían aumentar eran las siguientes:
- La ínsula. Nos conecta con nuestro estado interior y aumenta la autoconciencia emocional, mejorando la atención a las señales procedentes de nuestro interior.
- Áreas somatomotoras. Principales ejes corticales para las sensaciones de tacto y dolor, y quizá otros beneficios ligados al aumento de la conciencia corporal.
- Partes de la corteza prefrontal que operan al prestar atención y durante la metaconciencia, capacidades que se ven cultivadas por casi cualquier forma de meditación.
- Regiones de la corteza cingulada importantes para la autorregulación, otra habilidad desarrollada durante la práctica de la meditación.
- La corteza orbitofrontal, que también forma parte del circuito de autorregulación.
Junto a esto, la ya citada investigación de UCLA puso de manifiesto que quienes meditan muestran una mayor girificación cortical, es decir, un mayor repliegue de la capa superior de la neocorteza, lo que implica un mayor desarrollo del cerebro. Y el grado de repliegue se correlaciona positivamente con las horas invertidas en la práctica de la meditación: cuanto mayor es el número de horas de meditación, mayor es la girificación cortical y mayor es el desarrollo del cerebro. La salvedad a este descubrimiento es que no todos los métodos de meditación tienen los mismos efectos y, por tanto, no da igual meditar de una forma u otra cuando consideramos el desarrollo del cerebro. Y también conviene manejar algunas distinciones básicas, porque, estrictamente, no todo a lo que llamamos meditación, lo es.
Junto al aumento, también hay disminución
Después de saber que las investigaciones han descubierto cómo la meditación ayuda a aumentar algunas áreas del cerebro, resulta sorprendente que las personas experimentadas en la meditación presenten una disminución del volumen en el área cerebral asociada al deseo o el apego. Curiosamente, el desapego y la liberación de los deseos es una pretensión espiritual ancestral…
Los beneficios más allá del cerebro
Con todo lo expuesto presente, se cuenta con indicios científicamente creíbles de que la meditación trae consigo (en general y según métodos, como ya he comentado) un recableado neuronal en el que se sustentan los nuevos rasgos que caracterizarían a las “personas especiales”, según decíamos al inicio. Tomado como hipótesis, este supuesto recableado reflejaría algunos de los beneficios para el cerebro de quienes meditan. En cualquier caso, los beneficios de la meditación no terminan en el cerebro. En la actualidad se tienen suficientes conocimientos científicos como para saber que la realidad humana no comienza ni termina con el cerebro. Por ejemplo, sabemos por las investigaciones en el “umbral de la muerte” que hay conciencia humana y vida tras la muerte cerebral. Los beneficios de la meditación afectan a las dimensiones humanas físicas, energéticas, psicológicas y espirituales. Y, aunque sabemos todo esto, todavía hace falta investigar mucho, mucho más…
Te puede interesar
atención beneficios beneficios de la meditación bienestar coaching felicidad gestion de pensamientos inteligencia meditacion mente mindfulness motivación neuromeditación objetivos pensamientos planificación pnl resultados